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Coach Alfonso Guerrero

El valor de pedir perdón


En las distintas relaciones que puedas tener, ya sea de pareja, de amistad, laborales, familiares; se generan diferencias. Se generan situaciones que tocan tus botones y te activan, te drenan, te llevan a confrontarte y esto generalmente ocasiona roces, peleas, diferencias, alejamientos, rencores, tristeza, confusión, inseguridad, etcétera.

Esto ocurre porque hay un choque frontal con tu sistema de creencias, es tu sistema de creencias el que en realidad se está confrontando con lo que está sucediendo.

La gran mayoría de las veces culpamos o hacemos responsable a otro de lo que nos pasa, sin asumir nuestra responsabilidad, muchas de esas veces porque la desconocemos. No sabemos en realidad lo que nosotros le hicimos al otro, o mucha veces lo negamos por temor a ser señalados o culpados.

Cada acción que haces y que hiere a alguien, lleva detrás un pensamiento de miedo. Ese pensamiento de miedo a veces está tan escondido que no lo puedes ver, y es necesario ser reflexivo y sumamente honesto con uno mismo para poder encontrarlo.

Cuando lo encuentras te das cuenta que quien tiene que pedir perdón eres tu y no la otra persona, pues tu miedo te llevó a realizar acciones que dañaron a otro.

Hay algo que tiene que quedar muy claro: Tu no eres culpable de tener miedo.

Simplemente ese miedo te llevo a realizar acciones que no fueron, tal vez, las que hubieras hecho si hubieras sido honesto contigo mismo desde un inicio.

La gran mayoría de nosotros cree saber cual es el miedo que nos lleva a actuar de cierta manera; el miedo del que te hablo se esconde detrás de ese miedo que tu piensas. Cuando lo encuentras sentirás como si de pronto todo se aclarara en tu mente, entrarás en un estado de congruencia y tus acciones realizadas a consecuencia de ese miedo parecerán absurdas y lo que se genera en tu corazón es empatía por la otra persona y por ti mismo. Es por ello que surge esta apetencia de ofrecer una disculpa o pedir perdón. Este no viene desde la culpabilidad sino del entendimiento y compasión al saber que tus acciones dañaron a otro, que en realidad amabas.

Si esto te sirvió compártelo, todos merecemos una vida plena y congruente.

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