La rigidez mental es una barrera o camisa de fuerza que te impones y que te obliga a permanecer donde estás. Se arraiga en tus inseguridades y miedos, pero aún no te has dado cuenta.
Es por esto que muchas veces sientes que salirte de lo establecido, romper reglas o darte un respiro forma parte del fracaso.
Es decir, es tirar la toalla con respecto a lo que crees que eres. Por eso te aferras a los modos de hacer determinadas cosas en tu vida.
Estos modos que tienes y que sigues a pie juntillas son parte de la rigidez mental.
Es un patrón de conducta que te impide probar otras formas de ver el mundo, de percibir, actuar y hasta de comprender a quienes te rodean.
Rigidez mental en cualquier circunstancia
La vida está llena de retos, y siempre estás trabajando para superarlos.
Igualmente, te propones alcanzar una serie de metas a lo largo de tu vida. Retos y metas son las constantes pruebas para darte cuenta de qué tan rígida eres mentalmente.
En ocasiones las cosas no van a salir tal como las has planeado. Es entonces cuando se te presenta la ocasión de decidir.
Tienes la opción de hacer las cosas de manera distinta, o insistir en hacerlas de la misma forma.
Al elegir esto último demuestras el temor que tienes a cambiar los patrones, aun cuando sabes que no están funcionando en este caso.
La rigidez mental te obliga a aferrarte a esas formas de pensar y de actuar. Así, esperas un resultado que no se dará, porque siempre estás haciendo lo mismo con la esperanza de tener efectos diferentes.
¿Pero, cómo esperas un resultado distinto si no te atreves a dar un paso en un sentido diferente? Puede que sí lo logres, puede que no, pero si no lo intentas, jamás lo sabrás.
Más flexibilidad y menos rigidez
Existen momentos en los que no vas a poder controlar todos los factores que rodean una situación. Esta imposibilidad de controlar te puede generar estrés, ansiedad y descontento contigo misma, como si realmente todo dependiera de ti.
Es el momento de enfocarte en lo que te genera esta falta de control. De tener conciencia de que debes actuar cambiando tu rigidez mental por una forma más flexible de entender y encarar la situación.
Dejar fluir es una de las premisas que debes aplicar ante lo que no puedas controlar. De lo contrario, sentirás frustración y tendrás temor de emprender nuevos retos o de proponerte nuevas metas en cualquier ámbito.
¿Cómo ser más flexible?
Nuevos enfoques
Reflexiona y escúchate a ti misma para que entiendas a qué le temes; permítete experimentar.
Voltéate a ver qué patrones debes cambiar para sortear de manera diferente esa situación que te está exigiendo un enfoque diferente.
Rompe barreras
Indaga en ti para reconocer cuáles son las barreras que debes romper (modos de pensar, arraigos, miedos, creencias, costumbres).
No se trata de que cambies rotundamente de un día para otro, pero sí de ir trabajando en aquello que te hace ser intransigente y te limita.
Tener empatía
La rigidez mental también te puede llevar a ser incomprensiva con quienes te rodean.
Piensa que los demás tienen sus propios puntos de vista.
Además, piensa que sus circunstancias son diferentes a las tuyas. Por lo tanto, es hora de tener empatía y ser más abierta a lo que podrías aprender de los demás.
Vence tus miedos
El miedo a lo desconocido puede estar impidiendo que seas más flexible.
La razón es que se trata de un campo inexplorado para ti y por lo tanto escapa de tu control, no sabes cómo enfrentarlo.
Comprende la realidad de lo que te ocurre, aceptándola como una oportunidad de crecimiento, y no te dejes llevar por el temor.
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