Hemos visto y repetido como un mantra que existen algunas situaciones que no podemos cambiar, pero la verdadera prueba de nuestra fortaleza está en la forma cómo las manejamos y lo que podamos sacar de estas.
Observar tu forma de pensar es el primer paso para cambiar la manera en la que abordas los problemas o las situaciones que te ponen al límite, y actuar en consecuencia hace la diferencia entre ser víctima o salir airosa.
A estas alturas de la ciencia y de la medicina, sabemos de sobra la estrecha relación que existe entre la mente, las acciones y el bienestar corporal, es decir, entre lo que pensamos, la forma como actuamos y sus efectos en las emociones y la salud.
¿Sufres por tus pensamientos?
A diario tienes que hacer frente a un sinfín de circunstancias, al ritmo de vida, el trabajo, la familia, los gastos constantes, los compromisos, los permanentes problemas, los imponderables...
Pero, todo esto, está fuera de ti. Es una buena noticia, ¿no te parece?
Lo es porque sufrir o encontrar la calma suficiente para afrontarlo, depende solo de la interpretación que hagas con respecto a lo que ocurre a tu alrededor. Lo que percibas y cómo lo interpretes influirá en lo que sientas y en cómo actúes.
Si estás en un constante lamento, pensando que no puedes asumir o superar una situación difícil, o que no vale la pena hacer el esfuerzo porque el resultado será negativo para ti, sencillamente estás tirando la toalla antes de que empiece el primer round.
Pensamientos y acciones
No se trata de negar los problemas, o de creer que si piensas en positivo estos por sí solos se van a resolver. Se trata de que pienses conscientemente que tu actitud al asumirlos va a determinar la forma de superarlos, y de tener una nueva experiencia.
Imagínate que llegas a tu casa y la encuentras revuelta porque unos delincuentes se metieron y robaron algunos de tus bienes.
Tienes dos opciones, sentarte a llorar y preguntarte ¿por qué a mí? O salir, denunciar el robo con la policía y sentir que hiciste algo por recuperar lo perdido. También puedes sentarte y llorar y denunciar, es decir, desahogarte y actuar.
Ponle límites a tu mente
Es cierto que es imposible dejar de pensar, pero también es cierto que tú puedes dirigir tus pensamientos, corregirlos, encaminarlos y hacer que se desvíen de los caminos de desgracias, catástrofes y situaciones que no existen, sino que estás creando en tu mente.
La mente puede ayudarte a tener una vida tranquila y saludable, pero también puede jugarte algunas pasadas y convertirse en tu mayor obstáculo, sobre todo si quieres tener sosiego y recibir de la mejor manera lo que la vida te presente.
¿Qué hacer para evitar ser víctima de tus pensamientos?
Para evitar ser víctima de tus pensamientos, ten en cuenta que:
Tú tienes el poder de decidir cómo percibir y en consecuencia cómo sentirte. No culpes al entorno por lo que te ocurre.
Eres capaz de observar tu diálogo interno e identificar tus pensamientos, qué emociones están produciendo en ti y qué decisiones te están llevando a tomar.
Tienes el control de ti misma, pero no sobre los demás. No te generes ansiedad dándole vueltas a lo que no depende de ti.
Tienes en tus manos la decisión de no quejarte y rumiar por lo que te pasa, sino de preguntarte qué debes hacer y concentrar tu energía en ello.
Tú puedes atravesar tus miedos; de seguro cuando los hayas dejado atrás preguntarás: ¿Eso era lo que tanto temía?
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