Si experimentas un sentimiento de culpa por todo lo que haces o dejas de hacer, estás saboteando tu tranquilidad.
La culpa te mantiene en conflicto contigo misma por haber hecho o dicho algo – o por haber omitido hacerlo- que no resultó como esperabas o como piensas que los demás esperaban que fuera.
Sabotea tu tranquilidad porque te hace sentir menos de lo que eres, te impide avanzar porque te hace creer que eres incapaz de lograrlo.
La culpa y el ego
La culpa está asociada a creencias inconscientes sobre ti misma, las otras personas y el mundo.
Son creencias sesgadas por el ego que producen que sientas, pienses y actúes guiada por lo que crees que se espera de ti, en función de las ilusiones y velos que el ego ha construido delante de tu verdadero ser.
La consecuencia es que permaneces alterada, vives con miedos, esperando un castigo por tus acciones, y te mantienes separada del amor propio y del de los demás.
El origen de tu culpa
Algunas de las razones por las cuales experimentas la culpa son:
Por la manera en la que fuiste criada y educada que podría verse reflejada en pensamientos como: “Aunque la relación esté mal, una mujer de bien tiene que permanecer casada por sus hijos”.
Por la búsqueda de la aprobación y el amor de los demás que te impide decir que no, debido al miedo a no sentirte querida o a ser considerada una mala persona. “Si le digo que no, no me va a querer más”. “Iré al infierno si no hago lo que quiere”.
Por asumir la responsabilidad de asuntos o situaciones que no te corresponden impulsada por el deseo de controlarlo todo, o por verte a ti misma en el mundo con una percepción permeada por el miedo y la no aceptación. “Si no es feliz es por mi culpa”. “Si fuera más bonita, sí me amaría”.
¿Qué pasa cuando experimentas la culpa?
La culpa se manifiesta en ti de diferentes formas en las que prevalecen tus miedos a sentirte rechazada por supuestamente herir a los demás, o juzgada por pensar y actuar de una determinada manera.
Crees que no mereces el amor de nadie ni nada bueno, salvo un castigo por todo lo mal que lo has hecho.
Te atribuyes la infelicidad de otras personas.
Minimizas tus logros, destacas tus errores.
Autosaboteas tus propios planes.
Actúas esperando la reacción de los demás.
Magnificas tus errores y te niegas a ver el aprendizaje que podrían darte.
Nunca dices que no por miedo a que te rechacen “por mala persona”.
Evitas emitir una opinión contraria o admitir lo que te molesta.
Crees que debes controlarlo todo, sin lugar a fallos.
¿Cómo evitar que la culpa te quite tu paz?
Oye tu diálogo interno
Presta atención a los juicios que haces sobre ti misma y qué emociones despiertan en ti.
Pregúntate de dónde vienen esos juicios, a cuáles de tus creencias y condicionamientos están arraigados. Ve hacia dentro de ti para responderte por qué te culpas.
Acepta lo que puede enseñarte la culpa
No te quedes en la culpa torturadora, identifica y acepta cuando experimentas la culpa.
Reflexiona acerca de lo que muestra de ti misma ese sentimiento y cómo te está haciendo sentir física y emocionalmente.
Pregúntate cómo lo que te muestra la culpa podría ayudarte a cambiar tu percepción sobre ti, los demás y el mundo que te rodea.
Perdónate y sánate
Acepta que hay situaciones que no están bajo tu control.
Por ejemplo, no te castigues por querer cambiar un comportamiento o hecho del pasado en el que supuestamente debiste a actuar de una u otra manera para evitar que ocurriera.
No puedes cambiarlo ni con toda la culpa del mundo. Perdónate y elige en el presente estar en paz.
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