La credulidad es creer todo lo que te dicen a la ligera o fácilmente.
Es una condición que tiene todo ser humano. Está asociada a factores como proveniencia del mensaje, las veces que se dice y la conveniencia propia de creerlo o no.
Muchas veces te resulta conveniente ser crédula.
La razón está en que tu cerebro para ahorrar tiempo y energía se siente cómodo con esta decisión. Lo contrario significaría buscar más información, escuchar otras fuentes y formarte tu propio criterio.
¿Debes creer todo lo que te dicen?
En un mundo donde la información es tan importante para tomar decisiones, existen millones de fuentes.
Además, existen intereses por crear matrices de opinión que han dado cabida a los famosos bulos o noticias falsas y que han provocado verdaderos caos.
Históricamente las verdades han cambiado. Aquellos enunciados que se dieron como verdades absolutas fueron dando paso a nuevas teorías que sustentan nuevas realidades. Tal es el caso de la forma de la Tierra, por ejemplo.
La idea está en que haciendo uso de tu libertad puedas decidir si creer todo lo que te dicen.
Tampoco se trata de cuestionarlo todo, ni de negar realidades que saltan a la vista, pero sí de analizar y de no aceptar a la primera cualquier cosa que te digan.
¿Cuándo y a quién debes creer?
En cualquier ámbito de la vida vas a estar con personas que informan, opinan y te dan mensajes con la intención de persuadirte y de que creas según sus intereses.
En ese caso, ser una persona crédula no te ayudará, pero sí lo harán la suspicacia y la intuición. Ambas pueden ser tus aliadas a la hora de decidir si creer todo lo que te dicen.
Para ello, presta atención a la realidad que te rodea y a la procedencia de los mensajes. Lo ideal es que ponderes el factor “procedencia” u origen de lo que escuches.
La intencionalidad del mensaje y de quien lo da también son determinantes.
Igualmente, pregúntate qué intenciones tiene esa persona que te hace promesas y quiere halagarte. No se trata de rechazar, pero sí de analizar y de asegurarte de que no son fantasías.
¿Puedes creerle a la ligera a tu diálogo interno?
Puedes ser crédula con respecto a lo que te rodea y los mensajes que recibes del exterior, pero también puedes serlo con respecto a ti misma.
Es decir, creer fácilmente lo que te dice tu diálogo interno, especialmente cuando en esa conversación reina la confusión, el dolor y la duda.
El diálogo interno que proviene de tus pensamientos te ayuda a desenvolverte en el mundo, pero te mantendrá en el sufrimiento si está dominado por juicios y ataques hacia ti misma.
Entonces, es hora de que comiences a cuestionar esa conversación, observando e identificando tus pensamientos para poder hacer un cambio de percepción.
Claves contra la credulidad
Muchas de las informaciones y mensajes que aceptas como verdades tienen que ver con tu sistema de creencias. Esto incluye la religión, tus preferencias políticas y tus gustos en todo lo que te rodea.
Aun sabiendo que te conviene creer todo lo que te dicen, hazte algunas preguntas antes de tomar una decisión. Considéralas aunque te resulte cómodo aceptar con facilidad lo que coincide con tus creencias:
¿Existen evidencias?
¿De dónde proviene?
¿Está relacionado con lo que crees?
¿Tiene un sustento sólido?
¿Cuál es la intención de quien te lo dice?
¿Qué opinan otras personas?
También hay otras prácticas que puedes incorporar para evitar las consecuencias de la credulidad.
Te ayudarán especialmente a evadir esa parte del cerebro que te ordena quedarte con cualquier información.
Infórmate siempre acerca de todo lo que te rodea. Cuando te informas tienes más herramientas para cuestionar e intuir mejor acerca de la información que recibes.
Evita repetir mensajes que se dan como verdaderos si tú no tienes seguridad de que son ciertos.
Amplía tus conocimientos, tus dudas, y comprende que siempre tendrás forma de conocer otras verdades. No te quedes solo con tu punto de vista.
Toma en cuenta que tú tienes la última palabra y la capacidad de decidir si creer todo lo que te dicen.