Tomar las riendas de tu vida es tener cada vez más consciencia de que lo que haces o dejas de hacer es tu responsabilidad. Es, precisamente, haciéndote responsable de ti misma como puedes comenzar a vivir a plenitud.
Empieza por entender que tus decisiones siempre traerán consecuencias que deberás experimentar.
No se trata de vivir cumpliendo las expectativas, tuyas y de otras personas. Tampoco se trata de ser perfecta ni de delegar en otros lo que debes hacer por ti para conseguir la plenitud.
Se trata de tu libre albedrío para decidir cómo quieres percibir y vivir cada experiencia que llega a ti. Y, para eso, tienes que ser cada vez más observadora y consciente de ti misma.
Vivir a plenitud es posible
La plenitud, desde el aspecto conceptual, es el apogeo de algo. Está relacionado con alcanzar lo más alto de lo que se quiere. En los estudios, la familia, el trabajo se asocia con obtener todo lo planeado.
Pero, desde la individualidad, la plenitud es un concepto muy subjetivo. Se asocia con aquello que buscas, anhelas internamente.
Por eso, muchas personas quizás crean que jamás podrán vivir a plenitud si no tienen determinados objetos, personas a su lado, cargos laborales importantes…
Entonces, la plenitud podría significar una búsqueda constante e inalcanzable. Sobre todo si no sabes apreciar lo que tienes a tu alrededor.
También si siempre estás cuestionándote. O buscando ser perfecta y queriendo complacer a los demás sin disfrutar de lo que ya eres y has logrado.
¿Dónde estás buscando la plenitud?
Piensa en qué es lo que anhelas. Probablemente ya lo tienes y no te has dado cuenta. Tal vez por estar pensando en tus defectos, en los problemas, en lo que vendrá o lo que ya pasó.
Deja de darte golpes en la cabeza, de tratar de controlarlo todo; tampoco busques la plenitud en todos lados. Deja de creer que lo que tienen otros es mejor que lo que tú tienes.
Preocuparse porque la grama del vecino siempre es más verde que la tuya es crearte una incomodidad que te impide disfrutar de tu jardín.
Piensa que aunque pueda ser mejor, lo que tienes vale mucho y deja de añorar lo que tienen los demás porque esa no es tu vida.
No necesitas ser perfecta, sé tú misma sin etiquetas
El hecho de anhelar mejoras u objetos no está mal. De ahí surgen metas que se convierten en la sal de la vida. Surge la motivación para emprender cada día con una carga de energía, pero no desprecies lo que tienes.
Sobre todo, no sufras por lo que no tienes.
Y no es conformismo o pensar que es ideal la situación en la que estás. Es aceptar esa experiencia. Es elegir tener una percepción distinta que le quitará la carga de sufrimiento al problema que estés atravesando y te ayudará a crecer.
Siente felicidad y satisfacción por lo que has logrado, poco o mucho. Vive en función de tus objetivos, de lo que quieres ser, para conseguir vivir a plenitud.
Decide si quieres ser tú misma o la persona con las etiquetas que te han puesto y te has autoimpuesto.
¿Cómo vivir a plenitud?
• No es fácil dejar de ser perfeccionista, pero nunca es tarde para que empieces a practicarlo.
• Entrega lo mejor de ti sin exigirte perfección y tampoco la esperes de los demás.
• Agradece lo que tienes y reduce los pensamientos y emociones que te quitan paz.
• Disfruta de lo que te guste hacer. Suma más momentos agradables, puede ser en compañía de amigos, familia, en el trabajo o a solas.
• Plantéate metas, déjate guiar por tu esencia y disfruta el proceso. Confía en ti, pues tus capacidades son extraordinarias.
• Mantén relaciones positivas. Rodéate de personas para dar y recibir amor, que sean un grupo de apoyo con el que cuentes en las buenas y en las malas.
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